El PLD sale del poder después de 16 años de éxitos electorales

La derrota del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en las elecciones presidenciales y congresuales representa el fin de un ciclo de poder concentrado que exhibió esa organización durante los últimos 16 años.

Después de una cadena de éxitos electorales, con dos presidentes que lograron dos períodos consecutivos, Leonel Fernández y Danilo Medina, más el dominio del Congreso Nacional y una fuerte incidencia en el sistema de justicia, el PLD sufre un abrupto destete del poder.

Pero esa caída tiene antecedentes: la lucha entre Fernández y Medina por el interés continuista de ambos, los cuestionamientos sociales por los casos de corrupción aún pendientes de sanción, otros cuyos fallos quedaron en entredicho, y el repudio a la acumulación de capital exhibida por algunos funcionarios.

Contrario al primer Gobierno de Fernández (1996-2000), cuando la alta dirigencia de ese partido apenas supo lidiar con los intereses políticos y económicos, con el retorno al poder del exmandatario en 2004, el PLD se instaura una maquinaria electoral que le permitió robustecerse y parecer casi invencible.

Esa maquinaria era motorizada por el Comité Político, un órgano hegemónico en la toma de decisiones.
De 2004 al 2012, en los mandatos consecutivos de Fernández, se aplicaron medidas que permitieron la estabilidad macroeconómica, se ejecutaron mega obras viales como el Metro de Santo Domingo, aumentó el empleo, el sector inmobiliario creció vertiginosamente, el turismo tuvo su repunte y, para muchos, República Dominicana vivía una especie de espejismo.

Sin embargo, esa construcción de bienestar no se desparramó en todos los segmentos de la sociedad: un 41% de la población vivía en la pobreza y un 10% en la indigencia.

Fernández dejó el Gobierno en 2008 en medio de grandes cuestionamientos sobre supuestos actos de corrupción, un enorme déficit fiscal de más de 100,000 millones de pesos, una nómina pública de más de 600, 000 empleados, y rezagos en las inversiones en educación, salud, seguridad y energía.

Pero esas sombras no impidieron que el partido continuara en el poder de la mano de Danilo Medina, quien al llegar al Palacio Nacional en 2012 recibió “una maleta llena de recibos”, según sus propias palabras.

Toda la fuerza del PLD para Danilo. Medina no parecía un candidato ganador, pues en 2011 su principal contrincante, el expresidente Hipólito Mejía, se posicionaba como favorito en las encuestas realizadas hasta entonces.

Pero la participación de todos los estamentos del partido en la campaña electoral de Medina, creó la sensación de triunfo y unidad en esa maquinaria electoral que parecía llevarse todo obstáculo por delante.

El PLD siguió gobernando, cosechando éxitos electorales, con dominio también en los municipios, por lo que sus fortalezas se acrecentaban. Paralelamente la oposición se debilitaba por las fragmentaciones, o por los pactos con el partido oficialista.

En los primeros cuatro años de Gobierno el presidente Medina aplicó su propio librito: más asistencia al sector agropecuario con las denominadas Visitas Sorpresa, y más ayudas económicas para los pobres mediante las tarjetas Solidaridad.

Además, más atención a las comunidades vulnerables como el caso de La Barquita, en la ribera del río Ozama, cuyos residentes fueron trasladados a un complejo habitacional con todas las comodidades; o el proyecto Boca de Cachón, donde fueron llevadas familias afectadas por la crecida del lago Enriquillo.

Y su plus: la inversión del 4% del PIB en el sector educativo, lo que devino en una masiva construcción de aulas, la implementación de las Jornadas Escolares de Tanda Extendida, y la entrega de desayuno y almuerzo a los estudiantes.

La reelección, el inicio de las fisuras en el PLD. Como la popularidad de Medina aumentaba y el gusanillo de la reelección empezó a moverse, en 2015 el Comité Político acordó, luego de negociaciones con el expresidente Leonel Fernández, modificar el artículo 124 de la Constitución para que el presidente pueda postularse para un segundo mandato, y nunca más.

El denominado “Acuerdo de Juan Dolio” se selló como pacto político entre dos facciones, pero también como el principio del fin de las relaciones armoniosas que aparentaban tener Fernández y Medina.

Con el dominio del Congreso, el PLD hizo los cambios de lugar, y en 2016 el triunfo de Medina fue casi mecánico. El candidato del recién creado Partido Revolucionario Moderno (PRM), Luis Abinader, no pudo sacar al PLD del poder.

Corrupción y lucha de poder. El PLD saboreaba el néctar del éxito. Casi todo le salía bien. Y para contrarrestar las críticas contaba con esquemas de propaganda enquistados en medios de comunicación.

Pero en diciembre de 2016, a cuatro meses del segundo mandato de Medina, el escándalo de corrupción Odebrecht aportó una alta dosis de descrédito, al punto que la sociedad civil se nucleó en torno a la denominada Marcha Verde para exigir el fin de la corrupción y la impunidad.

La firma brasileña admitió que pagó US$92 millones en soborno para conseguir la contratación de obras estatales. En 2017 el Ministerio Público abrió una investigación y sometió a la justicia a 14 personas, entre esas funcionarios de los gobiernos de Hipólito Mejía, Leonel Fernández, y de Medina. Pero solo quedaron seis en el expediente que lleva tres años en los tribunales.

En 2018, en medio del escándalo de Odebrecht, el presidente Medina dejó entrever sus intenciones reeleccionistas, pese a que lo tenía prohibido constitucionalmente. Ese propósito recibió el rechazo de la facción del PLD que encabezaba el expresidente Fernández, la cual llevó sus protestas hasta el entorno del Congreso Nacional por entender que se quería subvertir el orden democrático con una nueva reforma constitucional.

Las presiones fueron tan fuertes que Medina tuvo que ceder. Su proyecto cayó en una fosa, igual que las relaciones políticamente correctas que mantenían él y Fernández. El espectro de la división apareció.

La división saca la cara. Sin más remedio que sumarse a la búsqueda de un precandidato presidencial para el PLD, en 2019 el presidente puso a competir a uno de sus más cercanos colaboradores: Gonzalo Castillo, ministro de Obras Públicas. Mediante un método de encuestas compitió junto a otros siete candidatos de la facción de Medina, resultando él ganador.
Castillo, inexperto en el accionar político, fue el contrincante de uno de los activos más importantes del PLD: el expresidente Fernández, quien además era el presidente de esa organización política.

Rompiendo todos los pronósticos, Castillo ganó las primarias, que fueron organizadas por la Junta Central Electoral, pero ese triunfo no fue aceptado por Fernández porque supuestamente se perpetró un fraude en su contra.

A partir de ese momento la división del PLD dejó de ser un fantasma y se convirtió en realidad con la salida de Fernández del partido en el que militó por más de 40 años.
La salida de Leonel del PLD. La salida de Fernández socavó la estructura del PLD, y por primera vez en 16 años esa organización política daba visos de debilidad, de desgaste, frente a una población cada vez más crítica y renuente a mantener a ese partido en el poder.

En ese escenario Fernández creó La Fuerza del Pueblo para participar en las elecciones municipales, presidenciales y congresuales de este año, convirtiéndose en uno de los principales enemigos políticos del Gobierno peledeísta.

Para los comicios municipales pactó alianzas con varias organizaciones, pero sobre todo con el PRM, el principal partido opositor.
El PRM obtuvo mayoría en las elecciones municipales, las cuales se efectuaron en marzo, y no en febrero como estaban pautadas, porque las fallas del voto automatizado que se usaría en 18 municipios provocaron que la JCE las suspendiera.

Antes de que una investigación de la OEA determinara que se trató de un fallo técnico, el propio PLD argumentó que fue un sabotaje, y para algunos sectores el partido oficialista intentó cometer un fraude para mantener el control municipal.

La ruta de la derrota. La posposición de las elecciones municipales causó un repudio de grandes magnitudes, que culminó con las manifestaciones de miles de jóvenes en la Plaza de la Bandera, frente a la sede de la JCE. Durante dos semanas los cañones de las protestas se enfilaron contra el órgano electoral y el Gobierno. El exitoso PLD comenzaba a tambalear, y su colosal Comité Político parecía de brazos cruzados.

En medio de la campaña electoral para las elecciones municipales apareció la covid-19, una enfermedad que ha contagiado a más de 38,000 personas en el país, y ha dejado sin empleo a más de 100,000.

En ese escenario el Gobierno activó los motores para demostrar eficiencia en el manejo de una crisis sanitaria de esa magnitud, y para que el candidato oficialista se presentara como un hombre solidario y trabajador.

Un PLD confiado. Al posponerse las elecciones presidenciales y congresuales para el 5 de julio, como parte del confinamiento para controlar la expansión de la enfermedad, el éxito parecía sonreírle al PLD por el posicionamiento mediático de su candidato.

Sin embargo, los resultados de las encuestas independientes reflejaban que las preferencias electorales las encabezaba Abinader, candidato presidencial del PRM.

En el último tramo de la campaña electoral el PLD construyó una imagen triunfal, con la posibilidad de una segunda vuelta para las elecciones presidenciales, y seguir con el control del Senado y con mayoría en la Cámara de Diputados.

El presidente Medina se integró a las actividades proselitistas, pero antes lo hizo la vicepresidenta Margarita Cedeño, compañera de boleta de Castillo, pero brillaron por su ausencia las figuras más emblemáticas del poderoso Comité Político del PLD.

Pero el 5 de julio todo cambió. Abinader ganó las elecciones presidenciales, y su partido obtuvo la mayoría de los escaños en el Senado; aún está en proceso el conteo de los votos para los candidatos a diputados.

El futuro del PLD. El pasado lunes el PLD realizó una rueda de prensa para felicitar a Abinader por su triunfo. A esa actividad apenas asistieron Temístocles Montás, presidente interino del partido, Radhamés Segura y Alejandrina Germán, miembros del Comité Político.

Al leer un escueto documento Montás agradeció a los dominicanos por haber depositado su confianza en el PLD durante cuatro períodos presidenciales consecutivos, y por el civismo y la madurez exhibida en los pasados comicios.

Además pidió a los peledeístas mantener la frente en alto, e iniciar los trabajos de inmediato para relanzar la organización de cara a futuras batallas electorales.

Independientemente de las decisiones que tome el partido pasada la resaca electoral, sobre los hombros del presidente Medina, como líder de la organización, recae indefectiblemente la responsabilidad por la división del partido y la derrota electoral.

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