"Hay mujeres de 50 años que no han podido ser madres". Así es vivir con vaginismo

“Tengo 16 años y nunca he podido ponerme un tampón. Tampoco me había preocupado hasta ahora. El problema ha venido al intentar tener relaciones con mi novio. Creía que era la primera vez y que iba a ser mágica, y cuando quise darme cuenta, parecía que el agujero estaba recubierto por una pared. Pasé mucha vergüenza y a día de hoy este problema me ha bajado mucho la autoestima; siento que en el fondo, aunque mi novio diga que no pasa nada, en el fondo sí que pasa”. Este sincero testimonio de una chica adolescente anónima es uno de los más prototípicos que día a día reciben profesionales del mundo de la ginecología, sexología y psicología en relación al vaginismo. A día de hoy, se estima que un 12% de las mujeres españolas sufren de este síndrome, aunque son muchas más a raíz del enorme prejuicio que rodea a esta enfermedad y el pudor que muchas muestran a reconocerse como pacientes.


El vaginismo es un tipo de disfunción sexual femenina que se manifiesta como una contracción involuntaria de los músculos pélvicos de la vagina que imposibilita la penetración. Debe diferenciarse de la dispareunia, la cual sí que permite que haya penetración, solo que con dolor y una profunda incomodidad. Se considera que esta es la antesala a un vaginismo posterior, ya que alude a problemas morfológicos de la vagina o del útero, así como a enfermedades de la uretra que pueden llegar a cronificarse. De esta forma, el dolor físico afecta tanto a nivel psicológico que la mente, de manera involuntaria y con el paso del tiempo, acaba contrayendo los músculos, pudiendo derivar en un posterior vaginismo. Cuando vienen a terapia les da vergüenza contarlo, no lo pueden verbalizar Se trata de una disfunción sexual que tiene unas consecuencias psicológicas muy severas para la mujer, ya que la mayoría de ellas son personas que nunca han tenido relaciones íntimas con penetración o las han acabado rechazando, lo que depara para quien las sufre una disfunción sexual que afecta de manera muy negativa a sus relaciones amorosas o sexuales, aunque el vaginismo también puede ocurrir en edades adultas, sobre todo en fases como la menopausia. “Son mujeres que tienen mucho miedo a que su pareja les sea infiel, que piensan que si no dan placer a su pareja lo van a tener que buscar en otra parte”, asevera Lara Ferreiro, sexóloga española, a El Confidencial. “Viven su sexualidad con mucha frustración. He visto a muchísimas mujeres llorar muy amargamente por tener vaginismo, no solo por razones que entren dentro del terreno de la sexualidad, sino porque tampoco pueden ser madres. Una gran parte de ellas tienen alrededor de 35 años, llevan ya unos cuantos años casadas y nunca han tenido penetraciones con su pareja. Cuando vienen a terapia les da vergüenza contarlo, no lo pueden verbalizar. Se sienten inferiores a las demás personas, poco deseadas y unos bichos raros. Si tienen pareja, lo que hacen es acariciarla, besarla y masturbarla en sus relaciones íntimas, pero ellas en cambio no reciben nada a cambio”. No te enseñan que el sexo puede llegar a ser doloroso, se da por hecho que es placentero El tratamiento varía dependiendo de cada caso. Al final, es la paciente quien debe buscar la mejor solución para ella, ya que muchas veces al acudir al ginecólogo este las deriva a un psicólogo, o viceversa. En cualquier caso, se debe seguir un tratamiento integral, atendiendo tanto a las razones físicas y orgánicas como psicológicas que pueden aludir a traumas del pasado relacionados con los abusos o la penetración. Una de las personas que más tiempo lleva estudiando este tema es Pilar Pons, fisioterapeuta especializada en vaginismo, quien escribió un libro titulado ‘El silencio pélvico’ (2016) que con el paso de los años ha servido para que muchas mujeres encuentren solución a este problema. Pons ofrece sesiones de fisioterapia del suelo pelviano para desconstracturar los músculos de la vagina que impiden la penetración, además de compatibilizarlo con atención psicológica, ya que el dolor no deja de ser una consecuencia física de un problema psicológico más profundo. Estas sesiones constan de tres fases: la de hidratación de la zona, la desensibilización (a través de aceites y masajes) y la dilatación (con dilatadores internos de diferentes tamaños). “Hay mujeres que pasan toda su vida con dolor y no pueden ser madres”, explica Pons a este diario. “Todo por culpa del vaginismo y del desconocimiento que se tiene al respecto”.
 
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Enrique Zamorano
Por otro lado, una de las causas directas más comunes del vaginismo es el sexo con penetración durante la recuperación posparto. “Tengo la consulta llena de este tipo de casos”, admite Ferreiro. “Los hombres tienen muy poca concienciación, muchos no lo entienden o llegan a pensar que son raras o bien se lo inventan. Una vez tuve a un hombre que amenazó a su mujer con ponerle los cuernos si no quería acostarse con él. Tan solo hace falta un poco de empatía”.


Desconocimiento y coitocentrismo
Uno de los mayores problemas a la hora de hacer frente al vaginismo es que, tanto hombres como mujeres, saben muy poco de este síndrome. Un hecho que se acrecienta si nos vamos a otras culturas donde existe un fuerte arraigo al concepto de virginidad, como por ejemplo la musulmana o la gitana, sin olvidar tampoco la católica practicante. “Muchas mujeres se casan y descubren en la noche de bodas que tienen vaginismo y no pueden hacerlo, lo pasan fatal”, reconoce Pons. Otro aspecto a señalar es el coitocentrismo que impera en la sociedad española, el cual sitúa al acto de la penetración como culmen de la relación sexual, cuando no tiene por qué ser así, ya que hay un montón de prácticas eróticas a las que los amantes pueden abrirse y que, paradójicamente, en algunos casos están mal vistas o resultan vergonzosas. No te enseñan que puede llegar a ser doloroso, se da por hecho que es placentero Pons defiende positivamente el papel del hombre en la terapia. “Sí que veo que se impliquen en las sesiones”, admite. “También les pongo deberes a ellos. Claro que hay casos muy tristes en los cuales acaban abandonándolas. Normalmente sé cómo de involucrados están con solo verles por primera vez. Es algo que se nota, la forma en la que ambos se miran cuando hacemos la terapia, les brillan los ojos al hablar de su sexualidad. En cambio, ves a otras parejas que, aunque estén sentadas al lado, ni se dirigen la palabra”. En estos casos, Ferreiro por su parte asegura que decide cambiar totalmente el procedimiento a seguir en su terapia psicológica: “Cuando el hombre no está dispuesto a solucionar nada ni a ayudar a su pareja, abro la página de la ruptura”.


La cistitis y la candidiasis
Las infecciones de orina son otro de los problemas más frecuentes entre la población femenina, las cuales pueden derivar en vaginismo. En muchos casos, como explica Ferreiro, comienza el vaginismo cuando una mujer ha tenido varias cistitis y continúa intentando tener relaciones. “Se produce el condicionamiento clásico del que hablaba Iván Pávlov, el Premio Nobel de Medicina, quien aseguraba que muchos de los problemas fisiológicos y psicológicos son debidos a una asociación mental con el dolor”, asevera la sexóloga. “Al haber experimentado cistitis o candidiasis en el pasado, esto hace que sigan produciéndose en el futuro. Ahí es donde entra la terapia psicológica y la capacidad de resiliencia para quitar la etiqueta mental que va asociada al dolor”.



“La candidiasis suele venir después de la infección urinaria”, explica Pons, por su parte. “Al poco tiempo de que esta se produzca, aparece la cándida, un hongo que deja una serie de cicatrices en la flora vaginal, que son la causa de que produzca tanto dolor y que este perdure cada vez que la mujer tenga relaciones sexuales, sobre todo si son con penetración.
Hacia una mejor educación sexual
Tras haber hablado con las expertas, ambas concluyen que el vaginismo se trata de un problema de salud de fondo, que de alguna forma es consecuencia directa de ciertas concepciones o actitudes muy dañinas que existen en torno a la sexualidad y que están arraigadas en nuestra cultura. Estas tienen su inicio en la educación sexual que se les ofrece a los adolescentes, la cual se reduce en su mayor parte a las consecuencias derivadas de no protegerse frente a las enfermedades de transmisión sexual o de un posible embarazo. Pero, en este sentido, no entran demasiado en materia sobre lo que realmente sucede en el sexo, que no es otra cosa que el placer, o su contrario, el dolor. “No te enseñan que puede llegar a ser doloroso, se da por hecho que es placentero”, admite Ferreiro. “Lo único de lo que se habla es de que debes tener mucho cuidado y ponerte condón, lo cual es muy importante, pero hace falta reconocer que las primeras veces nunca son buenas y que, incluso, pueden llegar a ser dolorosas o traumáticas”. Esta concepción del sexo solamente como placer se retroalimenta más tarde entre los propios adolescentes, y en general, en todas las capas sociales. “En los círculos de amigas todas las que lo han probado dicen que es maravilloso. Solo cuando hay un momento de intimidad acaban confesando que en realidad no fue del todo placentero. En España nos gusta presumir mucho sobre nuestras relaciones sexuales, aunque en su momento fueran pésimas”.

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