Violencia económica: un mal oculto que vulnera las finanzas de la mujer

Hace cinco años, Josefa se casó con David, pensó que con él tendría la felicidad. No obstante, conforme su matrimonio avanzaba, David empezó a tener acciones extrañas: poco a poco se fue apropiando del salario de Josefa, le controlaba la forma en que gastaba su dinero, no le permitía acceso a su cuenta bancaria, no la incluía en decisiones de ahorro e inversión de la familia y hasta le prohibió trabajar.

Un día, los padres de la mujer le regalaron un apartamento y su pareja la manipuló para que lo ponga a su nombre. Tiempo después, sin avisar, David vendió la vivienda y la abandonó, dejándola en la calle, sin dinero y sin empleo. Lo que vivió Josefa fue violencia económica, un flagelo financiero que envuelve una serie de mecanismos de control y vigilancia sobre el comportamiento de las féminas respecto al uso y distribución de los recursos patrimoniales y económicos.

Este caso, aunque pareciera aislado, es más común de lo que aparenta. Solo en República Dominicana, el 21% de la población femenina ha sido víctima de violencia económica, según datos de la Oficina Nacional de Estadística (ONE) presentados por el Banco Popular durante la apertura del programa de apoyo financiero a las damas denominado “Emprende Mujer”, con motivo del mes que se celebra el Día Internacional de la Mujer. Este dato supera la violencia física, la cual se situó en un 17%.

Sin embargo, esta agresión financiera muchas veces es “justificada” por la sociedad con frases como: “no lo dejes, él te tiene bien”, “perdónalo, recuerda que no tienes nada”, “cuidado con dejarlo, no mantendría los hijos de ambos”. Las estadísticas oficiales evidencian que, aunque de este tipo de abuso no se habla mucho, cada vez toma mayor fuerza en decenas de hogares dominicanos.

Por lo general, la violencia patrimonial es uno de los síntomas de otros tipos de agresiones que sufren, principalmente, las mujeres. Algunas de las señales más comunes que manifiestan los agresores son prohibirle que trabaje, controlar la forma en que gasta su dinero, no permitirle que tenga cuentas bancarias ni acceso a las suyas, obligarla a trabajar en el negocio familiar sin pagarle, entre otras.

¿Qué hacer?
El primer paso es reconocer la situación. En la mayoría de los casos, las mujeres creen que no son capaces de salir adelante sin la ayuda económica de un hombre. La realidad es que usted puede obtener sus propios ingresos para no tener que depender económicamente de nadie al comprar, por ejemplo, sus medicamentos o productos personales.

No obstante, existen otras víctimas que tardan más en percatarse o reconocer que están siendo agredidas financieramente: las mujeres que trabajan (sin importar que ganen más o no), pero que entregan su salario completo al cónyuge para beneficio personal de éste. El problema no radica en que su pareja administre su dinero, sino en que usted no pueda disponer de él o que sea manejado bajo un esquema no saludable.

En los casos de las hijas, los padres deben animarlas a hacerse profesionales, conseguir empleo y ser económicamente independientes, pues esto les servirá de herramienta para evitar ser víctimas de violencia de género. En tanto, a los varones se les debe educar a que en una relación de pareja sana se comparta la administración de los recursos con equidad y equilibrio, por mutuo acuerdo.

Formas de violencia económica:
Gastos. El cónyuge se niega a cumplir con los compromisos económicos de la casa y deja que la carga recaiga en su pareja.

Manutención. El incumplimiento de la obligación de contribuir con la alimentación de los hijos, aunque tenga las posibilidades.

Control. Cuando se quiere controlar y disponer del dinero de su pareja, haciendo uso indebido o impidiéndole adquirir lo que necesita.

Menosprecio. Cuando no valora y menosprecia el trabajo que hace su pareja como ama de casa y no le permite proyectarse en lo profesional.

Prohibición. El compañero no permite que la pareja estudie o tome algún curso o capacitación, le impide desarrollar sus capacidades.

Desempleo. Cuando se le prohíbe a la mujer que tenga un trabajo fuera de casa y por tanto, hace que dependa económicamente de él.

Decisiones. No deja participar a su pareja en las decisiones económicas del hogar, y si trabaja, debe aportar todo el dinero que recibe.

Insuficiencia. Negarle el dinero suficiente para que satisfaga sus necesidades elementales, consumos propios de las mujeres en distintos estados.

Crianza. Educar a las hijas con la mentalidad de buscar una pareja que les provea todo, económicamente hablando, no es lo más recomendable.

Uso. Cuando el cónyuge reclama constantemente a la mujer por la forma en que ha gastado y cómo ha gastado el dinero que le ha dado.

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