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Emprender solo o con un socio: ¿Cuáles factores evaluar para evitar el colapso financiero?

El emprendimiento de Juan, nombre ficticio, terminó en fracaso y arruinó la amistad con su socio, quien fue designado administrador del negocio sin un contrato previo que definiera claramente sus responsabilidades. Esta decisión, impulsada por la confianza personal en lugar de la formalidad, derivó en una gestión financiera errática y en un conflicto legal amargo.

Ante esta situación surge la pregunta: ¿qué factores se deben evaluar al elegir un socio o accionista? ¿Basta con ser un buen amigo? ¿Cuáles son las implicaciones legales, financieras y tributarias? La experta en derecho corporativo Dimisel Hernández Sánchez advierte que es común que las personas acepten ser accionistas sin comprender las implicaciones legales y financieras que esto conlleva. Esta falta de conocimiento puede resultar en riesgos significativos para la inversión realizada, así como en conflictos legales y en el deterioro de las relaciones interpersonales.

Hernández menciona que, en caso de pérdidas, los acreedores pueden optar por embargar las cuentas de los accionistas mientras se resuelven las demandas de cobro, lo que podría afectar las finanzas del amigo que se convirtió en socio.

Pero, ¿qué implica ser accionista? La experta explica que un accionista es una persona que aporta capital a una empresa con el objetivo de participar en sus beneficios. Este aporte puede ser en efectivo, a través de inmuebles o mediante la transmisión de bienes muebles, como maquinaria o equipos. También es posible adquirir la condición de accionista comprando acciones a otro socio.

Señala que es crucial entender que ser accionista no se limita a ser un «buen amigo», ya que implica el compromiso de asumir las pérdidas generadas por la actividad comercial. Por lo tanto, quien considere convertirse en accionista debe reflexionar sobre esta obligación antes de aceptar.

Explica que existen dos tipos de accionistas: ordinarios y preferenciales. Los accionistas ordinarios poseen los derechos que les confieren los estatutos sociales, mientras que los preferenciales gozan de derechos específicos, como recibir un dividendo fijo o un porcentaje de las ganancias, siempre que se cumplan las condiciones para su distribución.

«Los accionistas preferenciales suelen ser inversionistas que aportan capital para el desarrollo e impulso del negocio, pero no se involucran en las operaciones diarias, mientras que los accionistas ordinarios suelen interferir en el desarrollo del negocio», subraya la abogada.

Importancia de los acuerdos
Tener todo por escrito es esencial para mantener una relación sana entre socios. Hernández indica que los pactos de accionistas regulan aspectos cruciales como el control de la sociedad, la compra y venta de acciones y la conducción de los negocios. Estos acuerdos, separados de los estatutos sociales, establecen las reglas que guiarán la interacción entre los socios.

“En este pacto se pueden establecer las reglas que conducirán la relación entre los socios. Los pactos de accionistas son un documento separado de los estatutos sociales”, exhorta.

Sin embargo, diversas situaciones pueden deteriorar estas relaciones. Un divorcio puede implicar la partición de acciones, mientras que la colocación de un amigo como administrador puede abrir la puerta a abusos de confianza. Además, si se desea cambiar la estructura de la empresa, un socio renuente puede obstaculizar el proceso y generar incomodidad. La reputación del negocio también está en riesgo si un socio se ve envuelto en escándalos, lo que afecta la imagen de la empresa, advierte Hernández.

Los problemas financieros son otro punto crítico. Explica que un socio tiene derecho a dividendos, lo que puede ocasionar tensiones si no se distribuyen adecuadamente. La abogada corporativa enfatiza que ser accionista implica asumir pérdidas y compromisos legales, como la necesidad de realizar nuevos aportes para garantizar la continuidad del negocio.

No obstante, Hernández enfatiza que lo importante es determinar que el futuro socio tiene el mismo anhelo de hacer crecer la compañía y que es una persona con planes y proyectos claros. Así como su manejo financiero y emocional.

Antes de asociarse con otra persona

  1. Analice su proyecto. Si no considera necesario contar con otra persona o recibir una inversión a corto plazo, considere operar como empresa unipersonal.
  2. Evaluación. Haga una revisión de la salud financiera de su futuro socio. Asegúrese de que no tenga deudas ni vicios y de que posea formación no solo técnica, sino también financiera.
  3. Por escrito. Establezca todo por escrito. Considere un pacto de accionistas y reglas claras en los estatutos sociales. No firme un modelo estándar de estatutos; puede adaptarlo.
  4. Cabeza fría. No permita que la emoción lo embargue. Como en los matrimonios, todos los proyectos crean ilusión al principio; que la emoción no ciegue su razón: observe señales de alarma.
  5. Separación. Separe lo personal de lo empresarial. Defina claramente las reglas para no mezclar las finanzas personales con las de la empresa y mantener roles claros.
  6. Precaución. No coloque a su amigo como gerente en el Registro Mercantil. Si las principales operaciones del negocio las va a llevar usted, ocupe usted ese cargo.